En un mundo tan bien comunicado donde los medios de comunicación han sustituido a la Real Academia y a muchas enseñanzas universitarias en el buen uso de la palabra, se hace necesario dar una voz de alarma. Esta obra refleja el deseo del ciudadano medio de mejorar su nivel de competencia lingüística y advierte acerca de la degradación creciente del uso público del lenguaje por los medios de comunicación, cuya herramienta de trabajo es la palabra, y que a menudo adolecen de insolvencia en ese ámbito. Hablar y escribir para los demás es oficio que requiere preparación. Con el lenguaje no debemos permitirnos bromas; como esa nefasta costumbre de hablar mal para hacer gracia, recurso propio de los energúmenos de la cultura que, con tal de arrancar una carcajada, son capaces de vender a Cervantes. No es lícito romper la gramática o entrar a saco en el diccionario para que el auditorio se regocije. Las palabras, dentro del lenguaje, son como los números dentro de las operaciones matemáticas: no da lo mismo ocho que ochenta. Hablar con corrección no es tarea que se consiga en un día ni únicamente leyendo este libro, pero sí es un buen comienzo para empezar a preservar nuestro mayor patrimonio compartido con millones de personas en todo el mundo: el castellano.