Hérvé Joncour, de la mano del empresario Baldabiou, se convierte en un trotamundos en busca de la más sobresaliente seda que existía en el mundo, la japonesa. Joncour se vio en la necesidad de viajar hasta la aldea de Hara Kei, en Japón, para conseguir millares huevos sanos que hicieran posible rescatar su negocio y otras hilanderías de Lavilledieu, el pueblo donde vivía con su esposa Hélène. Para ello debe hacer un extensísimo y pesado viaje que concluirá en tierras extrañas y peligrosas. Cuando hace su primer desplazamiento descubre que Hara Kei, su proveedor de gusanos de seda, tiene con él a una preciosa joven cuya característica más extraña para Hervé es que no posee los ojos rasgados como el resto de los pobladores de aquel lugar, sin embargo, ella no conoce su idioma y no pueden intercambiar ni una palabra, solo miradas y otros gestos. Cuando Hérvé parte hacia su casa sólo tiene un deseo: volver. Queda enamorado apasionadamente de una mujer desconocida que vive en el fin del mundo, y por ella es capaz de hacer miles de kilómetros en un viaje que dura meses. Un día la joven le da lo que él desea, una simple nota con unos caracteres japoneses, que hacen a Hérvé ver que el interés es mutuo, y él queda marcado para siempre. Pero la guerra llega a Japón, y los empresarios de Lavilledieu no quieren arriesgarse a dar su dinero para un comercio que tiene tan poco futuro. Sin embargo, Hervé se impondrá ante Baldabiou para hacer ese último viaje. Mientras tanto seguirá diciéndole a su mujer Hélène cuánto la ama, y ella, demostrará hasta el final de sus días que su amor es mucho más fuerte.