Para Azorín esta novela resume mejor que ninguna el espíritu de Baroja. Y efectivamente: sus principios filosóficos y sociales, la reacción frente a la miseria y el dolor, y los elementos autobiográficos hacen de esta obra muestra privilegiada del mundo del autor. Médico, como Baroja, el protagonista de EL ÁRBOL DE LA CIENCIA asiste impotente a los desafueros de una socidad mezquina y envilecida. Entre el determinismo fisiológico y la rebelión moral hay la búsqueda de una camino propio.
«El libro más acabado y completo de todos los míos.» (Pío Baroja)
«Fuerte base autobiográfica empezando por el protagonista, Andrés Hurtado, cuyos negativos inicios como galeno rural lo llevan a dedicarse a escribir; por la muerte de su hermano pequeño y por sus desalentadoras experiencias en las aulas y en el hospital universitario. Hurtado intenta racionalizar su crisis de conciencia acudiendo -como Baroja- a la filosofía alemana. Sus conversaciones con el escéptico Iturrioz evidencia que las suyas son las preocupaciones comunes a los intelectuales europeos de preguerra: los problemas existenciales, la dificultad de conciliar creencia y experiencia, ciencia y vida. En estilo llano y conversacional, Baroja divaga por la vida y sentimientos del personaje, por los lugares y tipos humanos que trata (colegas, bohemios, prostitutas, campesinos, intelectuales...), sin excesiva preocupación cronológica y delatando sus convicciones: su amor a lo sencillo, la idea de que las mujeres son más sensibles y fuertes que los hombres, o la seguridad de que el individuo forja en la familia su sensibilidad y futuro.» (María-Dolores Albiac Blanco, LA ISLA DE LOS 202 LIBROS, 2008)