lunes, enero 05, 2009

Tratado de ateología (Michel Onfray)




En el mundo posterior al 11 de setiembre de 2001, la religión ha salido de lo privado para estar presente en el espacio público más que nunca. El retorno de lo religioso -dice Michel Onfray- exige construir un ateísmo sólido, fundamentado.

En el año 2005, Michel Onfray, creador de la Universidad Popular de Caen, publica “Tratado de ateología (Física de la metafísica)”, editado en la Argentina por Ediciones De La Flor, para señalar que la negación de Dios no es suficiente si no se avanza en la construcción de una ética postcristiana. Por ello, Onfray cree necesarias tres tareas: deconstruir los monoteísmos, desmitificar el cristianismo, y desmontar la teocracia. Sólo así será posible que “el cuerpo deje de ser un castigo y la tierra, un valle de lágrimas; la vida, una catástrofe; el placer, un pecado; las mujeres, una maldición; la inteligencia, una presunción y la voluptuosidad, una condena”.

La característica principal de las tres grandes religiones va más allá del poder que ejercen sobre sus creyentes: han impregnado en los sectores laicos. Kant, por ejemplo, en “La crítica de la razón pura” parece estar minando las bases de la metafísica occidental, pero termina reafirmando los valores que sostienen a los tres grandes monoteísmos: Dios, la inmortalidad del alma y la existencia del libre albedrío. Representa mejor que cualquier otro intelectual a ese extraño engendro que es el “ateísmo cristiano”. Onfray tiene muy en claro que no alcanza con plantear el conflicto al interior de las catedrales, sino que es imprescindible plantearlo también en las “capillas del librepensamiento”.

En cuanto a la cuestión divina, es importante aclarar algo: Onfray no refuta la existencia de Dios, sino que lo niega como valor positivo. Al contrario de lo que sentenció Nietzsche, Dios aún vive; y los hombres siguen construyendo sobre lo que su existencia presupone. Vive por la sencilla razón de que las ficciones no mueren: “un cuento para niños no se puede refutar”. Dios es el arma principal que los dispositivos religiosos utilizan para explotar esa tendencia en los hombres a construir subterfugios contra el desierto de lo real. Por eso, el verdadero ateísmo (un ateísmo posmoderno) debe anular la referencia teológica y construir una moral basada en valores que celebren el cuerpo más que el alma. Dice Onfray: “ni Dios, ni Ciencia, ni Cielo inteligible, ni el recurso a propuestas matemáticas, ni Tomás de Aquino, ni Auguste Comte o Marx; sino la Filosofía, la Razón, la Utilidad, el Pragmatismo, el Hedonismo individual y social, entre otras propuestas a desarrollar dentro del campo de la inmanencia pura, en favor de los hombres, para ellos y por ellos, y no para Dios o por Dios”.

Tratado de ateología es una obra explosiva, y de hecho ha generado enérgicas respuestas, incluidos dos libros y decenas de artículos. Cabe preguntarse si lo que “molesta” de Onfray es su ateísmo, o su hedonismo. De cualquier manera, la negación de Dios y la celebración de los placeres parecen estar sumamente interrelacionados y ponen en jaque a un mismo sistema de valores. El miedo y la angustia han engendrado dioses, por eso Onfray no critica ni culpa a los hombres por valerse de placebos metafísicos. Él se lo toma como una cuestión personal: “cada uno puede preferir el opio de la ilusión a la realidad. Yo le reprocho a la ilusión enemistarnos con la única certeza que tenemos: la vida es aquí, aquí y ahora”.