La estructura de La ladrona de libros es original, con una técnica que anticipa continuamente lo que más adelante se relata y que interrumpe la narración de los hechos para fijar la atención en algún asunto; la narradora es la Muerte, despojada de resonancias macabras, aunque no se oculta esa realidad ni sus consecuencias (y menos en una época como aquella).
La novela está escrita con un estilo sencillo, ingenuo, coloquial y a veces poético. Tiene unos personajes con los que es fácil identificarse –especialmente interesantes son el matrimonio Hans y Rosa y el judío Max- y el mensaje de la novela, duro pero emotivo, llega directamente al corazón. Hay momentos intensos (los bombardeos durante la guerra y la vida del judío Max), otros divertidos (la amistad con Rudy), otros muy atractivos (la relación de Liesel con su padre y con Max). El autor aprovecha sentimentalmente los gravísimos momentos que Liesel tiene que vivir y padecer, pasajes dramáticos que dan a la novela un énfasis de melodrama. Pero por encima de todo se destacan los valores humanos de la mayoría de los personajes, que intentan vivir dignamente en unas circunstancias que conducían a todo lo contrario. Y también destaca el valor que el autor –y los personajes- dan a los libros y la lectura.