Micth conoce durante sus estudios de periodismo a un profesor que no era como los demás. Morrie estaba empeñado en hacer reflexionar a sus alumnos, a enseñarles lo importante de la vida, en que llevasen la filosofía a la vida real y supieran defender y justificar sus ideas e ideales. Morrie sin duda era un profesor muy diferente a los demás, querido por todos sus alumnos, que tenían con él una relación de amistad fuera de las aulas. Mitch adquirió la costumbre por aquel entonces de pasear todos los martes con su profesor y charlar de temas de lo más variopintos, de la vida en general, de sus preocupaciones, inquietudes, anhelos...
Terminó la carrera y perdió el contacto con Morrie, dejó pasar los años y no cumplió la promesa de seguir viéndolo. Un buen día se sorprende al verlo en la televisión, aquejado de una grave dolencia incurable. No lo duda, coge el primer avión hacia él y retoma la costumbre de ser "persona de los martes", como dice él mismo.
Morrie sabe que va a morir, y cada martes se convierte en una reflexión sobre un tema concreto, visto desde la óptica de alguien que ya ha tenido su tiempo en este mundo y que ve la vida de otra manera. Micth es llevado a profundas reflexiones y a sentirse cada vez más cercano a su viejo profesor, al que le une un cariño que creía perdido pero que cada vez es más intenso.
Terminó la carrera y perdió el contacto con Morrie, dejó pasar los años y no cumplió la promesa de seguir viéndolo. Un buen día se sorprende al verlo en la televisión, aquejado de una grave dolencia incurable. No lo duda, coge el primer avión hacia él y retoma la costumbre de ser "persona de los martes", como dice él mismo.
Morrie sabe que va a morir, y cada martes se convierte en una reflexión sobre un tema concreto, visto desde la óptica de alguien que ya ha tenido su tiempo en este mundo y que ve la vida de otra manera. Micth es llevado a profundas reflexiones y a sentirse cada vez más cercano a su viejo profesor, al que le une un cariño que creía perdido pero que cada vez es más intenso.