jueves, octubre 29, 2009

Nieve (Orhan Pamuk)




El escritor turco Orhan Pamuk ha reflejado en Nieve, la compleja situación que vive su país en la encrucijada entre Oriente y Occidente. Premio de la Paz de los libreros en la Feria de Francfort (2005), Pamuk es un intelectual incómodo en su tierra, donde ni militares ni islamistas le perdonan su voz independiente.

Cuando la tormenta de nieve aísle la ciudad, nada podrá evitar un acto desesperado...

En pleno invierno, un poeta y periodista regresa a su ciudad natal, la remota ciudad de Kars en la frontera de Turquía, después de largos años de exilio político en Europa Occidental.

La ciudad que encuentra es un lugar conflictivo: hay una ola de suicidios de chicas a las que se les ha prohibido llevar las cabezas cubiertas a la escuela, los islamistas van a ganar las elecciones locales, y el jefe de los servicios de inteligencia es de una eficiencia brutal.

La nueva novela del premiado y prestigioso autor de Me llamo Rojo es un thriller político que retrata las más diversas formas de la ambición -el amor, el arte, el poder, la religión- y desenmascara las contradicciones que aprisionan el corazón humano en muchos lugares del mundo islámico

El significado de la noche (Michael Cox)




Edward Glyver se crió con un padre ausente en una modesta ciudad junto al mar. Sin embargo, la verdad sobre su origen es muy distinta. Cuando por casualidad descubre que es el único heredero legítimo del barón Tansor, no se detendrá ante nada para recuperar aquello que ahora sabe que le corresponde por linaje.

Traiciones, muerte, obsesiones y ambición. Éstas son las consignas que Glyver hace suyas. Su camino lo lleva desde las profundidades del Londres victoriano, con sus calles nebulosas, sus burdeles, y sus fumaderos de opio, a Evenwood, una de las más hermosas y encantadoras residencias de Inglaterra. Plagada de engaños, la historia de Edward Glyver está movida por la sed de venganza hacia su temible rival: el poeta criminal Phoebus Rainsford Daunt.

Cuando el tiempo nos alcanza. Memorias (1940-1982) - Alfonso Guerra -




Esta primera parte de las memorias abarca desde el nacimiento de Alfonso Guerra hasta 1982, año de la victoria socialista que le llevó al Gobierno de España. Un viaje por la sinceridad y la narración reflexiva. Las Memorias están escritas con la serenidad que aporta el paso del tiempo, pero sin eludir la clarificación abierta de algunos pasajes de nuestra historia reciente, sin ocultar las actitudes poco conocidas de algunos actores de la vida pública española. El autor dibuja el panorama de la sociedad de la posguerra española a través de su vida familiar y proporciona elementos reveladores de la política española. Aporta detalles importantes de la "renovación de Partido Socialista en la transición a partir del grupo de Sevilla". Estas Memorias sorprenderán al lector y le engancharan en una lectura difícil de detener.

lunes, octubre 26, 2009

Les Feuilles Mortes (Las hojas muertas)



Oh! je voudrais tant que tu te souviennes,
Des jours heureux où nous étions amis,
En ce temps-là, la vie était plus belle,
Et le soleil plus brûlant qu'aujourd'hui.
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle,
Tu vois, je n'ai pas oublié.
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle,
Les souvenirs et les regrets aussi.
Et le vent du Nord les emporte,
Dans la nuit froide de l'oubli.
Tu vois, je n'ai pas oublié
La chanson que tu me chantais...

C'est une chanson qui nous ressemble,
Toi qui m'aimais, moi qui t'aimais.
Nous vivions tous les deux ensemble,
Toi qui m'aimais, moi qui t'aimais.
Mais la vie sépare ceux qui s'aiment,
Tout doucement sans faire de bruit.
Et la mer efface sur le sable,
Les pas des amants désunis.

Les feuilles mortes se ramassent à la pelle,
Les souvenirs et les regrets aussi.
Mais mon amour silencieux et fidèle
Sourit toujours et remercie la vie.
Je t'aimais tant, tu étais si jolie.
Comment veux-tu que je t'oublie?
En ce temps-là, la vie était plus belle
Et le soleil plus brûlant qu'aujourd'hui.
Tu étais ma plus douce amie
Mais je n'ai que faire des regrets
Et la chanson que tu chantais,
Toujours, toujours je l'entendrai!

20 grandes conspiraciones de la historia (Santiago Camacho)




Capítulo I. Creadores de dioses. El gran secreto tras el nacimiento del cristianismo.
Capítulo II. La secta de los asesinos. Los orígenes de los terroristas suicidas del Islam.
Capítulo III. La Garduña. El secreto mejor guardado de la Inquisición.
Capítulo IV. Jesuitas. El ejército sin espadas.
Capítulo V. Los Protocolos de los sabios de Sión. La gran conspiración contra los judíos.
Capítulo VI. Jack el Destripador. Al servicio de Su Majestad.
Capítulo VII. Nazismo esotérico. Las obsesiones secretas del III Reich.
Capítulo VIII. Más brillante que Mil soles. La verdadera historia de las pruebas nucleares.
Capítulo IX. El regreso del nazismo. De ODESSA a los neonazis.
Capítulo X. Asesinos del pensarmento. La batalla por el control de la mente.
Capítulo XI. Marilyn Monroe. Las diosas también mueren.
Capítulo XII. La «maldición» de los Kennedy ¿Casualidad o conspiración?
Capítulo XIII. El fraude Apolo ¿Estuvimos realmente en la Luna?
Capítulo XIV. El escándalo Watergate. La última mentira de «Dick el Trapacísta»
Capítulo XV. La cara oculta de la transición. El asesinato de Carrero Blanco y el 23-F.
Capítulo XVI. Lennon debe morir. La guerra oculta contra el rock and roll.
Capítulo XVII. ¿Fue realmente el aceite?. La gran mentira del sindrome tóxico.
Capítulo XVIII. La guerra de los Bush. La madre de todas las batallas. Mentiras de la guerra del Golfo.
Capítulo XIX. Waco. La otra matanza de Texas.
Capítulo XX. La gran impostura. La otra infamia del 11-S.

martes, octubre 20, 2009

Una noche de perros (Hugh Laurie)

Una ingeniosa y ácida novela negra creada por el actor Hug Laurie que interpreta al famoso doctor de la serie House.





Thomas Lang es un ex policía, y ahora pistolero a sueldo, una suerte de mezcla entre antihéroe policiaco y filósofo trasnochado. Un día recibe la visita de un tal McClusky, quien le ofrece cien mil dólares por asesinar a Alexander Woolf, un empresario americano. Indignado, Lang rechaza el encargo, y decide en cambio advertir a la víctima del peligro que corre: una buena acción que no quedará impune.

A partir de ese momento el protagonista se verá inmerso en un torbellino de mentiras, corrupción y violencia, que lo obligará a machacar unas cuantas cabezas con la estatuilla de un Buda, medir su ingenio con multimillonarios malvados y dejar su vida (entre otras cosas) en manos de un grupo de femmes fatales; todo esto mientras intenta salvar a una bella dama y evitar un baño de sangre a escala mundial.

lunes, octubre 19, 2009

La muerta

Inspirado en hechos reales.
Gracias a A.B.A. por relatarme su increíble anécdota.
A ella va dedicado.


Recibí la trágica noticia sobre las tres de la tarde. Apenas había comido y me afanaba en apurar el agua manchada que me sirvieron por café. Descolgué presuroso viendo que el número que parpadeaba sobre la pantalla verdemar era el de mi secretaria. Estábamos tramando un negocio que, de salir bien y aunque absorbía todo nuestro tiempo, podría proporcionarnos pingües beneficios. En los últimos días me había visto obligado a incrementar mi nivel de autoexigencia hasta el punto de no comer ni un solo día en casa y de estar pendiente a todas horas de mi teléfono móvil. Mónica, mi eficiente secretaria, garrapateaba sobre mi agenda todo aquella información que me pudiese servir de ayuda para aumentar mis contactos y cuando se producía algún hecho novedoso que pudiese influir en nuestras operaciones, me mantenía puntualmente informado. Yo mismo le insistí una y otra vez en que me telefonease a la menor eventualidad, fuese la hora que fuese. Así que me puse al habla expectante de la noticias que pudiera traerme.

— ¡Hola, Mónica! ¿Alguna novedad?
— No, no. No te llamo por ningún tema de la oficina. Es que… verás… no sé cómo decirte esto. ¿Tú conoces a Guillermo Rabal, verdad?
— Sí, sí, claro…Guillermo, de Rabal & Sartre Abogados. ¡Cómo no lo voy a conocer! Coincidimos en algunos cursos de posgrado. Nuestros padres eran viejos amigos y, pese a que entre nosotros nunca llegó a cuajar una verdadera amistad, sí que hemos seguido manteniendo el contacto después de la Universidad.

— Algo de eso te había oído en una ocasión. Esa es la razón por la que pensé que debería telefonearte. Esta mañana me llamó la atención una esquela en el periódico. Una chica muy joven, de veinte años. Me paré a leerla y me estremecí al ver que era hija de Rabal. ¡Pobrecita! ¡Tan joven! ¿Qué le habrá pasado? ¿Tú sabías algo?

— Pues no. Me dejas de piedra. Lo único que sé es que era su única hija. Habrá tenido un accidente de tráfico porque, que yo sepa, no sufría ningún problema de salud.

— El funeral es hoy a las cinco de la tarde en la Capilla de San Justo.
— ¡Gracias, Mónica! Sólo me quedan dos horas pero ni que decir tiene que voy a dejar todo lo que estaba haciendo para poder asistir. Si no te importa desviaré mi móvil a la oficina para que puedas atender mis llamadas.

— Claro, no te preocupes.
— ¡Hasta luego, Mónica, y gracias de nuevo!

No fui capaz de presionar el botón para colgar el teléfono. La comunicación se cortó sólo después de que mi secretaria lo hiciese. El tono del teléfono se confundía con el latido de mi propio corazón. Una ráfaga de pensamientos y ecos acudieron a tropel a mi mente: “la hija de Rabal”, “sólo veinte años”, “exactamente igual que mi hija”, “tuvo que ser un accidente de tráfico”, “¿qué otra cosa pudo ocurrirle?”, “¡pobre Guillermo!”, “estará destrozado”, “no somos nadie”, “sólo me quedan dos horas”,…¡Sólo dos horas! Tenía que salir de mi estado de estupefacción y coger inmediatamente el coche si quería llegar a tiempo. En otras circunstancias no lo hubiese hecho, pero me decidí a tomar la autopista y pagar el abusivo peaje, pues me encontraba a cien quilómetros de la ciudad y la carretera secundaria mostraba un estado más que lamentable.

Finalmente conseguí llegar, incluso con unos minutos de antelación, aunque ya no pude parar en casa para cambiarme de ropa. Por fortuna, traía una americana negra en el maletero. La sustituí por mi vieja cazadora vaquera, adecenté mis zapatos con las toallitas de limpiar el salpicadero y dejé estampada mi rúbrica en una tarjeta de contacto junto a mi pésame, con la intención de depositarla en la urna que es costumbre habilitar a la entrada de la iglesia. Así lo hice. Dejé la tarjeta, entré en el templo, me santigüé y eché una mirada furtiva a mi alrededor con la esperanza de divisar alguna cara conocida, mas no hallé ningún rostro que me resultase familiar. Dirigí entonces mi atención a los bancos de las primeras filas donde, sin duda, se situarían los miembros más próximo de la familia. Sí, allí estaban Guillermo y la que debía de ser su esposa. Todos lloraban desconsoladamente frente al féretro. Se oían gemidos entrecortados y, aunque estaban de espaldas a mí, podía intuir el gesto desencajado de desolación que sólo un motivo tan doloroso como la muerte de una hija podría dibujar en sus rostros.

Las exequias fueron de una gran solemnidad; la aflicción de los familiares se contagió a todos los presentes, que a duras penas conteníamos el llanto; las plegarias del sacerdote conmovieron aún más nuestros corazones, enervados por la sensación de injusticia que siempre supone la muerte de una persona tan joven. Pero, de pronto, sucedió algo inesperado: una mujer que estaba justo detrás de Guillermo sufrió un leve desvanecimiento; inmediatamente, Guillermo se giró para auxiliarla. No pude salir de mi estupor al comprobar que el padre de la fallecida a la que estábamos honrando no era el Guillermo Rabal que yo conocía. Tenía su misma complexión pero ni rastro de su nariz aguileña, ni de su característico prognatismo, por no hablar de sus llamativos ojos azules, ahora completamente castaños. Dejé transcurrir unos segundos para recuperarme de la impresión. Con torpeza, me abrí camino entre la multitud hasta la puerta. Leí detenidamente la esquela expuesta en el tablón parroquial. La fallecida, efectivamente tenía veinte años de edad, pero se llamaba Rosa y no Eulalia como la hija de mi colega. En cuanto a Guillermo Rabal, se trataba de Guillermo Rabal Rosales y no del Guillermo Rabal Cernuda al que quise honrar con mi presencia aquella tarde en el funeral.

Silencié aquella macabra confusión a todo el mundo, salvo a mi secretaria, a la que reprendí con paternalismo desquiciado por la terrible situación en la que me había metido. Aún hoy, tantos años después, siento como un escalofrío sacude mi cuerpo cada vez que veo a la hija de Guillermo. Su mirada cómplice y su dulce sonrisa no son para mí sino los gestos capciosos con los que pretende congraciarse conmigo para que no desvele el misterio de la existencia que me fue revelado. Y es que, por más que nos sintamos vivos, ya hemos estado muertos con anterioridad; nuestro destino es la terrible nada de la que procedemos y la vida apenas un leve instante arrancado de las inexorables garras de la eterna inexistencia. Y siendo tan leve, acaso haya que avergonzarse de dar cabida a las lágrimas cuando disponemos de tan poco tiempo para el gozo y el amor. Si otros se nos adelantan a la muerte, por más desconocidos que resulten, al menos que no sea en vano, pues muchos hablan a gritos de la hermosa esperanza que han malgastado. Todos los días muere alguien por nosotros.


Neuromante


jueves, octubre 15, 2009

La trilogía de Nueva York (Paul Auster)




Una llamada telefónica equivocada introduce a un escritor de novelas policiacas en una extraña historia de complejas relaciones paternofiliales y locura; un detective sigue a un hombre por un claustrofóbico universo urbano; la misteriosa desaparición de un amigo de la infancia confronta a un hombre con sus recuerdos. Tres novelas que proponen una relectura posmoderna del género policiaco y que supusieron la revelación de uno de los más interesantes novelistas de nuestro tiempo.

lunes, octubre 05, 2009

Aurora Boreal (Åsa Larsson)




Viktor Strandgard, el joven predicador más famoso de Suecia, yace mutilado en una remota iglesia construida en lo alto de una montaña, en Kiruna, una ciudad del norte sumergida en la eterna noche polar, salpicada por luminosas tormentas solares, donde reina la aurora boreal, ese dragón que atraviesa impasible la bóveda celeste con sus velos blancos y verdes. A Viktor le han sacado los ojos… y le faltan las manos. Su hermana encuentra el cadáver y la sombra de la sospecha se cierne sobre ella. Aterrada, pide ayuda a su amiga de adolescencia, la abogada Rebecka Martinsson, que vive en Estocolmo y trabaja para el bufete de abogados Meijer & Ditzinger.

domingo, octubre 04, 2009

Inexistencia

Laio de lúa inefable
na nebulosa da ausencia,
no apoxeo do fracaso,
no esplendor da inexistencia.
Ulises C.